Inteligencia emocional

Las normas que gobiernan el mundo laboral están cambiando. No solamente se nos valora por nuestra inteligencia, experiencia o formación, sino también por la manera cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.

Estos nuevos criterios centran su atención en las competencias que definen a la persona con inteligencia emocional:

  • La habilidad de regularse a si mismo, mostrando confianza y motivación para trabajar y conseguir objetivos, incrementando la iniciativa y la satisfacción personal.
  • La empatía, entendida como la habilidad de entender a los demás y saber transmitirlo, acompañando y respetando sus sentimientos, incluso cuando no estamos de acuerdo con sus actos.
  • La adaptabilidad y capacidad de dar una respuesta creativa delante de los contratiempos y los obstáculos.
  • La habilidad de escuchar y comunicarse de forma eficaz.
  • La habilidad para reconocer las emociones y sus efectos.
  • La eficacia dentro de la organización, la predisposición a participar activamente y el potencial de liderazgo.
  • La regulación emocional como capacidad para prevenir el estrés y resolver conflictos.
  • La predisposición a mostrarse abierto a nuevas ideas y enfoques, con suficiente flexibilidad como para responder rápidamente a los cambios.

Cuando una organización aplica los principios de la inteligencia emocional consigue desarrollar las competencias laborales y creativas de su equipo humano, reduciendo las bajas laborales, minimizando el estrés de sus colaboradores, adaptándose mejor a los cambios, fomentando una dirección más flexible y efectiva, además de una respuesta más competitiva para sus clientes.

Todas las personas pueden mejorar su inteligencia emocional en cualquier momento de su vida o de su carrera profesional. Una de las formas más eficaces de favorecer el desarrollo de competencias emocionales es mediante un proceso Coaching, a través del cual, mediante el apoyo de un/a Coach, el cliente va generando un proceso de cambio a partir de sus propias necesidades.